viernes, 21 de agosto de 2009

GRAFFITTI | 17

Una y mil veces me equivoqué. Y lo hice, casi siempre con alevosía, comprobando así que no era ni algo más ni algo menos que un humano. Otras tantas veces invoqué el correspondiente perdón. Debí llegar demasiado tarde (o demasiado pronto), porque los dioses --o sus mensajeros-- habían borrado ya de sus catálogos los pecados que cometiera.

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